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viernes, 7 de junio de 2013


Getsentrimaní
Por: Martín Morillo Triviño.

Desde un cierto tiempo para acá Getsemaní está de moda, "Voy a publicar tu foto en la prensa para que la gente sepa a quien se enfrenta, todito todo en la prensa, voy a hacer una ampliación de 40x40", "Nosotros los del Caribe tenemos cosas, que no porque sean nuestras son más sabrosas, queremos invitarte a que tú las goces con este ritmo…", y la música se riega, recorre las calles, callejones, plazas y entonces emerge el paraíso hecho isla.

En el año del bicentenario nacional comienza a mostrarse tímidamente Getsemaní, después de una larga temporada en el infierno, y se hace tema de ciudad. La Administración Distrital, los partidos políticos y las organizaciones no gubernamentales de tipos sociales y culturales ponen sus ojos sobre Getsemaní. La mayoría de las últimas son ajenas a la comunidad getsemanicense, las cuales programan eventos en la Plaza de la Trinidad para beneficio propio.

Es necesario anotar en primer lugar, lo relacionado al Bicentenario de la Independencia de la ciudad, esta referencia histórica pasa por debajo, se pierde en la demagogia. Getsemaní el barrio donde la gesta independentista toma forma, eso queda a un lado. Al respecto, el Mundial Sub-veinte de Futbol fue más promocionado que el mismo bicentenario. En una emisora local, la alcaldesa en ejercicio, Judith Pinedo Flórez mediante una cuña radial animaba a la ciudadanía a participar activamente en el evento deportivo. Mientras las celebraciones históricas solo aparecían en la agenda del IPCC y una eventual dependencia distrital llamada Bicentenario.

La segunda referencia de interés, por parte de la administración, es la formulación del PEMP. En este caso aparece la deficiente gestión distrital del momento, la comunidad getsemanicense no es tenida en cuenta para dicho proceso. Allí la exclusión hace sus mejores galas, Getsemaní es ocultado, escondido, ignorado y reducido a su mínima expresión. No solo en dicho proyecto, sino a lo largo y ancho del siglo pasado. Desde hace tiempo las autoridades locales intentan borrar el barrio, los planes de ciudad turística no admiten lo popular.

En los años setenta fue diseminado Chambacú, un sector popular ubicado a un paso del centro histórico, porque afeaba y estorbaba el futuro desarrollo turístico de la ciudad. El sector fue repartido en diferentes barrios, se desarraigó, desplazó y desmemorió a una comunidad nativa afro. Esto mismo ha venido sucediendo con Getsemaní gradualmente. En el año 1978 se trasladó el mercado público hacia Bazurto, paso seguido se construye el centro de convenciones. Este par de movimientos se convierte en la primera noticia real de la gentrificación,  la cual toma cuerpo con el aumento de la estratificación, los impuestos y servicios públicos.

Getsemaní se puso de moda, y entonces somos tema nacional, no obstante a la invisibilización y la ausencia de políticas públicas, que velen por la conservación del patrimonio cultural, tanto material como inmaterial. Las autoridades distritales, departamentales y nacionales están lejos del verdadero valor de lo cultural en las sociedades contemporáneas. Además volviendo al barrio, él hace rato fue declarado territorio prohibido, las drogas y la prostitución son banderas de la gentrificación y de un discurso dominante. Primero se difama, luego se empobrece y por último se desplaza para aburguesarlo. El territorio cambia de población y uso, las viviendas se convierten en bares, restaurantes, hoteles y talleres artísticos. Y lo más paradójico, en medio de todos estos intereses, se le niega la certificación de destino turístico.

En el segundo semestre del año pasado sigue siendo de interés nacional y local. La prensa hablada y escrita ha tocado las diferentes facetas de este "ahora distinguido barrio cartagenero", en especial, lo concerniente al turismo y el proceso de gentrificación, lo cual ha venido de la mano con las dinámicas del mercado. Getsemaní en el ojo del huracán, donde el goce y placentero encuentro de la vida se vuelve arcádico y mágico, donde lo popular alcanza connotaciones particulares en su puesta escénica, y eso cautiva al visitante, la industria turística,  asimismo se convierte en un producto de oferta, un objeto para la demanda globalizada carente de significaciones de esta índole.

La primera noticia nacional sobre el "barriotero ardor", el año anterior fue un comentario radial en La Wradio, Julio Sánchez Cristo comentaba un ambicioso proyecto hotelero, en las instalaciones de los teatros Cartagena, Calamarí y Bucanero. Este macro-proyecto dirigido por el Grupo Santo Domingo y la trasnacional hotelera Four Seasions. Decía el periodista: "A un paso de la ciudad vieja, sin necesidad de traslado, ahí no más, a un pasito del centro histórico, Alberto cerca de todo, qué le parece". El comentario deja claro el desconocimiento de la importancia y ubicación de Getsemaní en el centro histórico, o sencillamente se oculta la verdadera significación del "barriotero ardor" de Pedro Blas julio Romero.

Varios meses atrás el periodista Alfredo Molano en el Espectador publicó una crónica sobre Getsemaní, en la cual daba rienda suelta al encanto popular de la Plaza de la Trinidad, en la cual hasta los perros aportan a la interacción entre getsemanicenses y visitantes extranjeros y nacionales, ahí en pleno corazón de la barriada, al ritmo de las ventas de fritos, comidas rápidas, jugos, tacos y cervezas, en todo este escándalo retumba el corazón palpitante de la Santísima Trinidad de Getsemaní vivo.

Después, corriendo el mismo 2012, llega al barrio del Regimiento Lanceros de Getsemaní el Ministerio de Cultura, un acercamiento mínimo del Estado, una ong capitalina y un proyecto denominado Memorias de la Libertad 3, el cual tiene el objeto de visibilizar la problemática del sector, causada por la gentrificación. En este orden de ideas Getsemaní comienza a cotizarse, se presenta una agitada vida social y cultural. Todo el mundo quiere y necesita hacer algo sobre el GetSeManí. El antes populacho y turba enardecida, ahora paraíso popular. Lugar de encuentro de una élite, finalizando los noventa. Una alfombra roja llega a los intestinos de Getsemaní. Y con ello el gentrificador turismo cultural, comunitario y vivencial, tres nombres distintos y una sola empresa verdadera. Allí quieren sus raíces crecer, con evidentes posibilidades de prosperar.

Estas condiciones de fertilidad vienen abonadas, por los intereses de hoteleros, comerciantes, artistas y ongs socioculturales, establecidos en la comunidad. También encontramos a políticos acompañando a estos grupos, valga el caso de la ex-alcaldesa Judith Pinedo Flórez, quien junto a estos sectores y algunos "líderes comunitarios", estuvieron con el ministro de turismo industria y comercio Sergio Díaz-Granados recorriendo el sector, y hablando de turismo vivencial como estrategia innovadora.

Igualmente se habla por ahí de la idea: una marca para Getsemaní, según el run run run, hay un run run por la calle, hay un run run por la esquina. Que no vaya a pasar lo mismo que con la marca Cartagena, durante la administración pasada. Los diversos intereses financieros, políticos, sociales y culturales pusieron su mirada sobre Getsemaní, y la Plaza de la Trinidad, escenario natural de la comunidad. Todas y todos auspiciados por las autoridades distritales, y sus "políticas de participación democráticas", quienes arriendan los espacios de la ciudad, bajo el pretexto de brindar una oferta de bienes y servicios culturales, en función de consolidar la participación ciudadana. Cuestión que en la práctica deja de ser tal, para convertirse en beneficio de particulares.

Entre las diferentes publicaciones hay reportajes, que promocionan los hoteles, restaurantes, bares y el colorido paisaje de Getsemaní, y su palpitante vida popular. Y todo en medio del sabor, los olores y esa mágica algarabía inconfundible e intransferible de Gimaní, a pesar del eminente cerco gentrificador, que aumenta día tras día, en medio de la indiferencia, fragmentación y familiaridad de una comunidad desmemoriada, aquí no hay resistencia, nadie que quiera preservar algo, definitivamente el sector es un río revuelto, y en río revuelto ganancias de pescadores.

Así en semejante berenjenal continúa siendo tema nacional Getsemaní, lejos de las políticas públicas incluyentes. En este sentido los artículos de Martha Amor Olaya y Ricardo Chica Gelis ilustran el fenómeno gentrificador. Ellos en sus escritos han planteado el debate de la gentrificación, y la evidente ausencia del Estado en torno a la conservación de la población nativa, y sus representaciones simbólicas; siempre en desventajas frente a las dinámicas del mercado.

Martha Amor Olaya señala el desplazamiento y los cambios de uso del territorio en Getsemaní a partir de la experiencia de Marbella y parte del Cabrero, lugares en los cuales la gentrificación tomó forma. El investigador Ricardo Chica Gelis después de visitar Argentina, el barrio porteño de la Boca. Plantea un análisis comparativo a partir de la aplicación de políticas incluyentes, que preservan el patrimonio representado en la gente. Con lo cual establece un diálogo crítico frente al proceso de Getsemaní y el Espinal. Él deja planteado la falta de preocupación distrital por la conservación de las comunidades, como parte significativa, aún latente, que sustentan el nombramiento de la Unesco a Cartagena de Indias en 1984, de Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad. Es evidente en nuestro país la ausencia del Estado en todo el territorio nacional, durante los últimos 201 y más años de "independencia republicana", en los cuales todos hemos sufrido sin distingo alguno los estragos de una violencia crónica y endémica.

A la falta de políticas estatales sumemos el desconocimiento que tenemos de Getsemaní, como cohesionador de construcción e identidad nacional. Es insoslayable la importancia histórica y cultural de Getsemaní. Cuando hablamos de este barrio junto a sus héroes, sus historias, indudablemente estamos en los orígenes de este país, en la fundación de la República, y por ello muy cerca al camino de una verdadera identidad nacional. Hemos agotado mucho tiempo y recursos buscando el norte, ese norte está en el reconocimiento de una verdadera memoria política nacional, que ha sido mal contada. Ahora bien, una historia de Colombia debería iniciar en Getsemaní.

Entonces iniciamos el nuevo año y, seguimos en los primeros lugares de sintonía, aparecemos en una de las revistas más importante del mundo financiero. Del GetSeManí popular, cautivante y atractivo pasamos al mundo del dinero y las finanzas, a otro nivel. "Sandunga, sandunguera que tú estás por encima del nivel…", de la agitada vida "social", "política" y "cultural" saltamos a los "big businesses". Nuestro vecino el norteamericano Rainbow Nelson escribió para la revista Dinero o Diners, un artículo titulado "La lucha para salvar a Getsemaní". No creo que alguien vaya a salvar a Getsemaní, porque este no lo necesita, Getsemaní va a continuar como espacio y lugar geográfico y urbano, allí están el Centro y San Diego fantasmales, sirviendo a las demandas del turismo.

El barrio de Bravos Leones requiere preservar su memoria histórica y cultural, piedra fundacional de la República de Colombia, y esto es tarea de todos los colombianos y especialmente del Estado. Los getsemanicenses orgullosos o no, solo necesitamos que este país sea realmente un Estado de Derechos, en el cual se cumplan las leyes y la Constitución, que los ciudadanos getsemanicenses tengamos espacios de participación y construcción de nuestra comunidad, la ciudad, la región y la nación; de la misma forma que lo hicieron hace 201 y más años nuestros Líderes, quienes lograron la Independencia y luego escribieron la Primera Constitución Liberal del Nuevo Reino de Granada, como lo fue la Constitución de 1812. Únicamente necesitamos ejercer la ciudadanía.

En medio de este amasijo de intereses está el barrio, intereses que permean a la comunidad hasta el punto de mantenerla fragmentada, cada quien tiene una parcela, su rozita donde cultiva su pan coger. Y entre estos sectores se vienen creando fundaciones, corporaciones y demás, con el único fin de lucrarse, enarbolando el discurso del bienestar comunitario sostenible e incluyente. Pero todo tiene su caída, a la hora de ejecutar estos discursos sin socialización ni participación de la comunidad, solo quedan los espacios del barrio como escenarios. Allí en esas actividades validan los recursos recaudados, y es poco o nada lo que dejan a la comunidad dichas organizaciones.

No hay nadie en Getsemaní, ni en Cartagena, ni en la región y por supuesto en la nación, que le interese Getsemaní por lo que realmente significa histórica, política y culturalmente. Todos definitivamente, no son más que aves de rapiña esperando que el cuerpo deje de moverse para seguir con los picotazos, los cuales darán su mejor expresión a la gentrificación. En pocos años la gentrificación marcará un 80% y, el centro histórico será del turismo, un tanto más habrá vigilancia privada en el puente Román, la Media Luna y el puente de Chambacú. Entonces el acceso de cartageneros estará limitado a una que otra diligencia, previa consulta de antecedentes legales y la asignación de una escarapela de visitante.

Y es así como el Get Se Maní hoy es tierra de nadie, bajo el asedio de las buenas intenciones transformadoras. La situación de este territorio ha sucedido a lo ancho y largo del país, esta es otra forma de la violencia política, la cual es agenciada desde el mismo Establecimiento con el aval de la burocracia.

Bueno para finalizar el Get Se Maní sigue de moda, dentro de un panorama bastante incierto. Solo un chance del gobierno y una comunidad unida y organizada pueden detener la hojarasca, que ya comenzó su recorrido, el horizonte es oscuro, del otro lado siguen llegando, compran y transforman nuestra memoria colombiana. "Ya le cogí el maní", “…maní, maní gritaba Lucho Pérez, chance, chance, chance el Perro, el Perro paga…”.

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