Getsentrimaní
Por:
Martín Morillo Triviño.
Desde un cierto tiempo para acá
Getsemaní está de moda, "Voy a publicar tu foto en la prensa para que la
gente sepa a quien se enfrenta, todito todo en la prensa, voy a hacer una
ampliación de 40x40", "Nosotros los del Caribe tenemos cosas, que no
porque sean nuestras son más sabrosas, queremos invitarte a que tú las goces
con este ritmo…", y la música se riega, recorre las calles, callejones,
plazas y entonces emerge el paraíso hecho isla.
En el año del bicentenario nacional
comienza a mostrarse tímidamente Getsemaní, después de una larga temporada en
el infierno, y se hace tema de ciudad. La Administración Distrital, los
partidos políticos y las organizaciones no gubernamentales de tipos sociales y
culturales ponen sus ojos sobre Getsemaní. La mayoría de las últimas son ajenas
a la comunidad getsemanicense, las cuales programan eventos en la Plaza de la
Trinidad para beneficio propio.
Es necesario anotar en primer
lugar, lo relacionado al Bicentenario de la Independencia de la ciudad, esta
referencia histórica pasa por debajo, se pierde en la demagogia. Getsemaní el
barrio donde la gesta independentista toma forma, eso queda a un lado. Al
respecto, el Mundial Sub-veinte de Futbol fue más promocionado que el mismo bicentenario.
En una emisora local, la alcaldesa en ejercicio, Judith Pinedo Flórez mediante
una cuña radial animaba a la ciudadanía a participar activamente en el evento
deportivo. Mientras las celebraciones históricas solo aparecían en la agenda
del IPCC y una eventual dependencia distrital llamada Bicentenario.
La segunda referencia de interés,
por parte de la administración, es la formulación del PEMP. En este caso
aparece la deficiente gestión distrital del momento, la comunidad
getsemanicense no es tenida en cuenta para dicho proceso. Allí la exclusión
hace sus mejores galas, Getsemaní es ocultado, escondido, ignorado y reducido a
su mínima expresión. No solo en dicho proyecto, sino a lo largo y ancho del
siglo pasado. Desde hace tiempo las autoridades locales intentan borrar el
barrio, los planes de ciudad turística no admiten lo popular.
En los años setenta fue
diseminado Chambacú, un sector popular ubicado a un paso del centro histórico,
porque afeaba y estorbaba el futuro desarrollo turístico de la ciudad. El
sector fue repartido en diferentes barrios, se desarraigó, desplazó y
desmemorió a una comunidad nativa afro. Esto mismo ha venido sucediendo con
Getsemaní gradualmente. En el año 1978 se trasladó el mercado público hacia
Bazurto, paso seguido se construye el centro de convenciones. Este par de
movimientos se convierte en la primera noticia real de la gentrificación, la cual toma cuerpo con el aumento de la
estratificación, los impuestos y servicios públicos.
Getsemaní se puso de moda, y
entonces somos tema nacional, no obstante a la invisibilización y la ausencia
de políticas públicas, que velen por la conservación del patrimonio cultural,
tanto material como inmaterial. Las autoridades distritales, departamentales y
nacionales están lejos del verdadero valor de lo cultural en las sociedades
contemporáneas. Además volviendo al barrio, él hace rato fue declarado
territorio prohibido, las drogas y la prostitución son banderas de la gentrificación
y de un discurso dominante. Primero se difama, luego se empobrece y por último
se desplaza para aburguesarlo. El territorio cambia de población y uso, las
viviendas se convierten en bares, restaurantes, hoteles y talleres artísticos.
Y lo más paradójico, en medio de todos estos intereses, se le niega la
certificación de destino turístico.
En el segundo semestre del año
pasado sigue siendo de interés nacional y local. La prensa hablada y escrita ha
tocado las diferentes facetas de este "ahora distinguido barrio
cartagenero", en especial, lo concerniente al turismo y el proceso de
gentrificación, lo cual ha venido de la mano con las dinámicas del mercado. Getsemaní
en el ojo del huracán, donde el goce y placentero encuentro de la vida se
vuelve arcádico y mágico, donde lo popular alcanza connotaciones particulares
en su puesta escénica, y eso cautiva al visitante, la industria turística, asimismo se convierte en un producto de
oferta, un objeto para la demanda globalizada carente de significaciones de
esta índole.
La primera noticia nacional sobre
el "barriotero ardor", el año anterior fue un comentario radial en La
Wradio, Julio Sánchez Cristo comentaba un ambicioso proyecto hotelero, en las
instalaciones de los teatros Cartagena, Calamarí y Bucanero. Este macro-proyecto
dirigido por el Grupo Santo Domingo y la trasnacional hotelera Four Seasions. Decía el periodista:
"A un paso de la ciudad vieja, sin necesidad de traslado, ahí no más, a un
pasito del centro histórico, Alberto cerca de todo, qué le parece". El
comentario deja claro el desconocimiento de la importancia y ubicación de
Getsemaní en el centro histórico, o sencillamente se oculta la verdadera
significación del "barriotero ardor" de Pedro Blas julio Romero.
Varios meses atrás el periodista
Alfredo Molano en el Espectador publicó una crónica sobre Getsemaní, en la cual
daba rienda suelta al encanto popular de la Plaza de la Trinidad, en la cual hasta
los perros aportan a la interacción entre getsemanicenses y visitantes
extranjeros y nacionales, ahí en pleno corazón de la barriada, al ritmo de las
ventas de fritos, comidas rápidas, jugos, tacos y cervezas, en todo este
escándalo retumba el corazón palpitante de la Santísima Trinidad de Getsemaní
vivo.
Después, corriendo el mismo 2012,
llega al barrio del Regimiento Lanceros de Getsemaní el Ministerio de Cultura,
un acercamiento mínimo del Estado, una ong capitalina y un proyecto denominado
Memorias de la Libertad 3, el cual tiene el objeto de visibilizar la problemática
del sector, causada por la gentrificación. En este orden de ideas Getsemaní
comienza a cotizarse, se presenta una agitada vida social y cultural. Todo el
mundo quiere y necesita hacer algo sobre el GetSeManí. El antes populacho y
turba enardecida, ahora paraíso popular. Lugar de encuentro de una élite,
finalizando los noventa. Una alfombra roja llega a los intestinos de Getsemaní.
Y con ello el gentrificador turismo cultural, comunitario y vivencial, tres
nombres distintos y una sola empresa verdadera. Allí quieren sus raíces crecer,
con evidentes posibilidades de prosperar.
Estas condiciones de fertilidad
vienen abonadas, por los intereses de hoteleros, comerciantes, artistas y ongs
socioculturales, establecidos en la comunidad. También encontramos a políticos
acompañando a estos grupos, valga el caso de la ex-alcaldesa Judith Pinedo
Flórez, quien junto a estos sectores y algunos "líderes
comunitarios", estuvieron con el ministro de turismo industria y comercio
Sergio Díaz-Granados recorriendo el sector, y hablando de turismo vivencial
como estrategia innovadora.
Igualmente se habla por ahí de la
idea: una marca para Getsemaní, según el run run run, hay un run run por la
calle, hay un run run por la esquina. Que no vaya a pasar lo mismo que con la
marca Cartagena, durante la administración pasada. Los diversos intereses
financieros, políticos, sociales y culturales pusieron su mirada sobre
Getsemaní, y la Plaza de la Trinidad, escenario natural de la comunidad. Todas
y todos auspiciados por las autoridades distritales, y sus "políticas de
participación democráticas", quienes arriendan los espacios de la ciudad,
bajo el pretexto de brindar una oferta de bienes y servicios culturales, en función
de consolidar la participación ciudadana. Cuestión que en la práctica deja de
ser tal, para convertirse en beneficio de particulares.
Entre las diferentes
publicaciones hay reportajes, que promocionan los hoteles, restaurantes, bares
y el colorido paisaje de Getsemaní, y su palpitante vida popular. Y todo en
medio del sabor, los olores y esa mágica algarabía inconfundible e intransferible
de Gimaní, a pesar del eminente cerco gentrificador, que aumenta día tras día,
en medio de la indiferencia, fragmentación y familiaridad de una comunidad
desmemoriada, aquí no hay resistencia, nadie que quiera preservar algo,
definitivamente el sector es un río revuelto, y en río revuelto ganancias de
pescadores.
Así en semejante berenjenal
continúa siendo tema nacional Getsemaní, lejos de las políticas públicas
incluyentes. En este sentido los artículos de Martha Amor Olaya y Ricardo Chica
Gelis ilustran el fenómeno gentrificador. Ellos en sus escritos han planteado
el debate de la gentrificación, y la evidente ausencia del Estado en torno a la
conservación de la población nativa, y sus representaciones simbólicas; siempre
en desventajas frente a las dinámicas del mercado.
Martha Amor Olaya señala el
desplazamiento y los cambios de uso del territorio en Getsemaní a partir de la
experiencia de Marbella y parte del Cabrero, lugares en los cuales la
gentrificación tomó forma. El investigador Ricardo Chica Gelis después de
visitar Argentina, el barrio porteño de la Boca. Plantea un análisis
comparativo a partir de la aplicación de políticas incluyentes, que preservan
el patrimonio representado en la gente. Con lo cual establece un diálogo
crítico frente al proceso de Getsemaní y el Espinal. Él deja planteado la falta
de preocupación distrital por la conservación de las comunidades, como parte
significativa, aún latente, que sustentan el nombramiento de la Unesco a
Cartagena de Indias en 1984, de Patrimonio Histórico y Cultural de la
Humanidad. Es evidente en nuestro país la ausencia del Estado en todo el
territorio nacional, durante los últimos 201 y más años de "independencia republicana",
en los cuales todos hemos sufrido sin distingo alguno los estragos de una
violencia crónica y endémica.
A la falta de políticas estatales
sumemos el desconocimiento que tenemos de Getsemaní, como cohesionador de
construcción e identidad nacional. Es insoslayable la importancia histórica y
cultural de Getsemaní. Cuando hablamos de este barrio junto a sus héroes, sus
historias, indudablemente estamos en los orígenes de este país, en la fundación
de la República, y por ello muy cerca al camino de una verdadera identidad
nacional. Hemos agotado mucho tiempo y recursos buscando el norte, ese norte
está en el reconocimiento de una verdadera memoria política nacional, que ha
sido mal contada. Ahora bien, una historia de Colombia debería iniciar en
Getsemaní.
Entonces iniciamos el nuevo año
y, seguimos en los primeros lugares de sintonía, aparecemos en una de las
revistas más importante del mundo financiero. Del GetSeManí popular, cautivante
y atractivo pasamos al mundo del dinero y las finanzas, a otro nivel.
"Sandunga, sandunguera que tú estás por encima del nivel…", de la
agitada vida "social", "política" y "cultural"
saltamos a los "big businesses".
Nuestro vecino el norteamericano Rainbow Nelson escribió para la revista Dinero
o Diners, un artículo titulado
"La lucha para salvar a Getsemaní". No creo que alguien vaya a salvar
a Getsemaní, porque este no lo necesita, Getsemaní va a continuar como espacio
y lugar geográfico y urbano, allí están el Centro y San Diego fantasmales,
sirviendo a las demandas del turismo.
El barrio de Bravos Leones
requiere preservar su memoria histórica y cultural, piedra fundacional de la
República de Colombia, y esto es tarea de todos los colombianos y especialmente
del Estado. Los getsemanicenses orgullosos o no, solo necesitamos que este país
sea realmente un Estado de Derechos, en el cual se cumplan las leyes y la
Constitución, que los ciudadanos getsemanicenses tengamos espacios de
participación y construcción de nuestra comunidad, la ciudad, la región y la
nación; de la misma forma que lo hicieron hace 201 y más años nuestros Líderes,
quienes lograron la Independencia y luego escribieron la Primera Constitución
Liberal del Nuevo Reino de Granada, como lo fue la Constitución de 1812.
Únicamente necesitamos ejercer la ciudadanía.
En medio de este amasijo de
intereses está el barrio, intereses que permean a la comunidad hasta el punto
de mantenerla fragmentada, cada quien tiene una parcela, su rozita donde
cultiva su pan coger. Y entre estos sectores se vienen creando fundaciones,
corporaciones y demás, con el único fin de lucrarse, enarbolando el discurso del
bienestar comunitario sostenible e incluyente. Pero todo tiene su caída, a la hora
de ejecutar estos discursos sin socialización ni participación de la comunidad,
solo quedan los espacios del barrio como escenarios. Allí en esas actividades
validan los recursos recaudados, y es poco o nada lo que dejan a la comunidad
dichas organizaciones.
No hay nadie en Getsemaní, ni en
Cartagena, ni en la región y por supuesto en la nación, que le interese
Getsemaní por lo que realmente significa histórica, política y culturalmente. Todos
definitivamente, no son más que aves de rapiña esperando que el cuerpo deje de
moverse para seguir con los picotazos, los cuales darán su mejor expresión a la
gentrificación. En pocos años la gentrificación marcará un 80% y, el centro
histórico será del turismo, un tanto más habrá vigilancia privada en el puente
Román, la Media Luna y el puente de Chambacú. Entonces el acceso de
cartageneros estará limitado a una que otra diligencia, previa consulta de
antecedentes legales y la asignación de una escarapela de visitante.
Y es así como el Get Se Maní hoy
es tierra de nadie, bajo el asedio de las buenas intenciones transformadoras.
La situación de este territorio ha sucedido a lo ancho y largo del país, esta
es otra forma de la violencia política, la cual es agenciada desde el mismo Establecimiento
con el aval de la burocracia.
Bueno para finalizar el Get Se
Maní sigue de moda, dentro de un panorama bastante incierto. Solo un chance del
gobierno y una comunidad unida y organizada pueden detener la hojarasca, que ya
comenzó su recorrido, el horizonte es oscuro, del otro lado siguen llegando,
compran y transforman nuestra memoria colombiana. "Ya le cogí el
maní", “…maní, maní gritaba Lucho Pérez, chance, chance, chance el Perro,
el Perro paga…”.
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